Antes de la era Meiji (1868-1912), el tatuaje ornamental, incluyendo el horimono, era un rasgo cultural bastante visible en Japón. Sin embargo, durante el reinado del emperador Meiji Tennō el país pasa por una fase de modernización y occidentalización.
Entonces la campaña civilizatoria Meiji considera el horimono como una señal de barbarie sobretodo a los ojos de los extranjeros. La legislación se hace más dura en 1872 y los tatuajes de este estilo son prohibidos hasta 1948.
Hay que destacar que otras practicas de tatuaje más discretas como el kishobori y el irebokuro no son oficialmente prohibidas.
Las leyes restrictivas quieren impedir la practica del horimono, que es demasiado llamativo, se recusa a desaparecer de los espacios públicos y evoca contradicciones profundas en la estructura de la sociedad. Está claro que entonces este estilo de tatuaje ya tiene un gran poder simbólico y es visto como una forma silenciosa de subversión.
La prohibición no impide totalmente la practica, que entonces era exclusivamente masculina. La clandestinidad hace que los tatuadores empiecen a realizar piezas que puedan ser escondidas con los trajes, evitando tatuar manos, pies, cuellos y cara. Y le da al horimono un cierto encanto que antes todavía no tenía, de belleza peculiar y secreta. Igualmente, facilita la apropiación de este estilo de tatuajes por los yakuza, generando un estigma que persiste hasta los tiempos actuales.
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Pie de foto: Hombre japonés del siglo XIX con el cuerpo tatuado. Autor desconocido (1880-1890)