Sakura es la palabra japonesa para ‘flores de cerezo’ o ‘cerezo japonés’. Sin duda, es uno de los símbolos más importantes de Japón. En su cultura, esa planta autóctona marca el principio de la primavera y su contemplación es motivo de celebración nacional.
La gran carga simbólica de las flores de cerezo en Japón tienen su origen en el pensamiento budista y sintoísta, que son las bases filosófico-religiosas del país.
El sintoísmo venera todo lo que forma el universo en cuya creación no ha intervenido el hombre. Y los cerezos en flor personifican la supremacía de la naturaleza y su sabiduría.
El budismo contempla la transitoriedad de la vida. La fugacidad de nuestra existencia queda reflejada en el periodo de floración de los cerezos, pues sus flores caen una o dos semanas después de su brote.
Esas flores se desprenden del árbol con la más leve brisa, no les da tiempo a marchitarse siquiera. El concepto budista de “Mono no aware” está relacionado a ese evento, significa tener empatía hacia todas las cosas y su temporalidad, tener conciencia de la impermanencia de todo.